lunes, 28 de agosto de 2017

Fila 3


El nacionalismo catalán batió este sábado todas sus ya altísimas marcas (por ahora) de manipulación, hipocresía y vileza. Nadie con un mínimo de honradez intelectual podrá considerarlo una sorpresa. Tras la sangrienta masacre terrorista, las autoridades convocaron a los ciudadanos a una gran manifestación, con el lema, mentiroso, “No tenemos miedo”. Primer éxito rotundo: han logrado su asombroso propósito de celebrar una manifestación sin una sola protesta, ni siquiera la más leve alusión al terror o a los terroristas que la causaron. No hay espacio aquí para analizar las profundas implicaciones de esta actitud y las inquietantes perspectivas que se derivan de ella.
La manifestación se organizó cuidadosamente, agrupando a los participantes en 4 sectores bien definidos. En la fila 1, representantes de los muy meritorios cuerpos de seguridad, emergencias y civiles que socorrieron a las víctimas o ayudaron como pudieron. Desde el primer momento estuvo claro que el motivo fundamental de esta disposición era preterir y minusvalorar a las autoridades “españolas” que acudieran a solidarizarse con las víctimas y la sociedad catalana. Ocasión inmejorable, si además y por primera vez en la historia, acudía el Rey. Alguien bien pensante podría creer que se trataba de un motivo noble: ensalzar a los héroes anónimos de la infausta jornada. Y, ciertamente, podría haber sido así, si desconociéramos el sectarismo y la insondable falsedad de los convocantes. Pero el desarrollo posterior no deja lugar para la duda.
En la fila 2 fueron colocadas todas las autoridades. Imprescindible para mantener las apariencias de falsa unidad en la lucha contra el terror. Perfecto para la preparación de la evidente encerrona. Inicialmente la CUP, con su habitual sectarismo, manifestó su intención de no participar si lo hacían el Rey y Rajoy, lo que Puigdemont consideró “muy lamentable”. Él tenía un plan mucho mejor, del que aún se estaban ultimando los detalles con la alcaldesa. Ciertamente lo era, pues la CUP cambió enseguida de opinión, sin dar ninguna razón consistente.
Porque, en esta manifestación, el lugar de honor estaba reservado para la fila 3. Allí se encuadraría a los activistas de la CUP, las asociaciones paniaguadas del “proceso” y la pléyade de tricoteuses felices de participar en la animación. Con la adecuada antelación programaron, en una zona próxima, un acto “alternativo”, para organizar las columnas y repartir el abundante material “espontáneo”, como siempre de magnífica factura. Hecho lo cual, procedieron a “integrarse” en la manifestación general. Por supuesto, no en el lugar de la convocatoria, en Diagonal, sino en el hueco que tenían reservado en el lugar donde se constituiría la fila de autoridades. El plano, captado con todo detalle por las cámaras de tv3, estratégicamente situadas, iba a resultar, sin duda, magnífico: las autoridades “españolas”, con el Rey a la cabeza, aguantando estoicamente toda clase de vituperios, con el telón de fondo de un mar de esteladas y letreros y pancartas que los señalaban como los autores del crimen. Previamente, para ocupar tan grato lugar, habrían de realizar un paseíllo entre dos filas de acosadores, para ser debidamente escarnecidos, pena de telenoticias incluida, en el trayecto entre los vehículos que los trajeran y su lugar en la fila 2 ¿Era pública esa información? A decir verdad, inmejorable.
En la fila 4 se situó a la gente normal. La inmensa mayoría, sin carteles ni banderas. Supongo que la mayoría acudiría impelida por el horror que les causaron los atentados y el afán de solidarizarse con las víctimas. Quizás muchos, también, tratando, de buena fe, de hacer valer ante el mundo el lema de la convocatoria y aparentar el valor del que nuestra sociedad, ostensiblemente, carece. Fueron muchos. Pero, sin necesidad de entrar en ninguna inapropiada guerra de cifras, bastantes menos de los esperados y de los que la ocasión merecía. No deja de resultar significativo.
Grave error el de Solidaritat Civil Catalana, portando banderas españolas cuando no era el momento. Ahora no se trataba de eso. Nada más fácil de manipular para presentarlo como un intento, patético, de contrarrestar lo que era evidente que se avecinaba. Naturalmente, sólo podía servir para que los voceros a sueldo del Régimen, en el paroxismo de la hipocresía buenista que servía de música de fondo al evento, lo utilizaran como muestra de “respeto y tolerancia”. Realmente patéticos, estos sí, los esfuerzos de tv1 por edulcorar o disimular lo inocultable. Error mucho mayor y de consecuencias mucho más graves, que arrastramos desde hace muchos años. Tv3 no necesitaba, apenas, manipular las imágenes ni las entrevistas: el guion y el escenario todo ya se los habían entregado previamente manipulados.
No hay tiempo ahora, aunque la importancia del asunto lo merecería, de analizar el sentido de las pancartas generosamente repartidas por la organización entre los VIP de la fila 3. También unas cuantas en la parte trasera de la fila 1, por si el Rey, haciendo caso omiso del pandemónium organizado a su espalda, se resistía a volver la cabeza. Además de los consabidos catalán e inglés, tuvieron incluso la insólita deferencia de editar en español algunas de las que lo vilipendiaban más directamente. No hacía falta. Nos entendemos perfectamente.
Atendiendo solamente al número, destacaban las del lema oficial “No tinc por”, “No a la islamofóbia” y “La millor resposta LA PAU”. Pero quiero fijarme sólo en una, la verdadera pancarta oficial del evento, de mayor tamaño y caracteres más llamativos que la supuestamente oficial de la fila 1 y colocada en el lugar más importante: el palco de honor de la fila 3. Su texto es el más claro epítome del abismo de falsedad y vileza que ha sido capaz de alcanzar el nacionalismo catalán: “Vuestras políticas, nuestros muertos”. Nosotros y ellos, la perpetua división elemental, punto de partida de todo. Como siempre, ninguna responsabilidad en nosotros, aunque tengan y ejerzan todas las competencias de todo tipo, seguridad incluida y no pierdan ocasión de alardear de actuar de facto como un Estado y de lo preparados que están para ello. Pero la causa de los males siempre está en ellos. Y, acto seguido, lo más vil, el infame uso de los muertos. ¿A qué muertos se refieren? ¿A los dos catalanes, a los de nacionalidad española o a los de otras nacionalidades, según la nauseabunda, que no casual, clasificación del consejero Forn? ¿O, para este uso, son todos nuestros? ¿De quién son los muertos? Difícil sobrellevar la repugnancia que produce tener que escribir sobre esto. ¡Despierten los ciegos que no quieren ver, si es que aún les queda alguna duda de cómo serían sus políticas si alcanzaran a poder imponerlas, como pretenden!
Una consideración final sobre la presencia del Rey, en realidad la razón inicial de que empezase a escribir. Sin duda existían buenas razones para su asistencia a la manifestación y estos días veremos argumentar abundantemente sobre ellas. Pero no había precedentes. Nunca había asistido a una convocatoria de este tipo ¿Debemos deducir que nunca antes se había dado una ocasión tan extraordinaria? Sentado el precedente ¿Asistirá a futuras y es de temer que inevitables convocatorias similares? ¿Quién decidirá y con qué criterios cuáles merecerán la presencia de la Corona, símbolo de todos los españoles, y cuáles no? Las preguntas no son baladíes y su respuesta, inevitablemente, muy espinosa. A las pocas horas del atentado el Rey ya se desplazó a Barcelona. Presidió el minuto de silencio convocado el viernes en la Plaza de Cataluña, recorrió las Ramblas y depósito una ofrenda floral, firmó en el libro de condolencias del Ayuntamiento, presidió el funeral solemne por las víctimas en la Sagrada Familia y visitó y confortó a los heridos en los hospitales (hasta el intento, baldío, de afearle esta última muestra de humanidad llegó la ruindad del Govern). Actividades todas apropiadas a su alta representación, ejecutadas dignísimamente y acogidas con aprobación y gratitud por los ciudadanos. Nadie podrá decir que no estuvo a la altura del papel que le correspondía en momentos tan extraordinarios y dramáticos. Sabiendo (nadie podía ignorarlo, desde luego) lo que se avecinaba ¿De verdad se consideraba necesario y beneficioso someterlo al ultraje y el escarnio que le habían preparado, a él y a todos los españoles, catalanes incluidos, a través de su figura?

Juan Giral

Zaragoza, 28 de Agosto del 2017

martes, 21 de junio de 2016

Elecciones


Hace ya tiempo que la situación de España es cada vez más lamentable. Y la vertiente económica, sobre la que lleva tanto tiempo insistiéndose, con ser grave, no es la peor. Más grave me parece el estado de ánimo colectivo y lo que yo denominaría “encanallamiento” de la sociedad, que obstaculiza todo progreso. Pero no es de ese tema de lo quiero hoy hablar. El desencanto, la frustración, la impotencia, la rabia incluso, son reacciones perfectamente comprensibles y fundadas en causas objetivas. Y motivos legítimos y válidos para la acción política. Pero creo que no son los compañeros más adecuados a la hora de decidir el voto. Parto de esta sencilla premisa para desarrollar mi análisis.
Sostengo la tesis de que el voto en unas elecciones debe ser un acto racional. Una ponderación, lo más objetiva posible, de los pros y contras de las distintas opciones (existentes), para decidirse por la que a uno le parece más conveniente, para el conjunto de la sociedad y para sí mismo. No se confunda esta aspiración de objetividad en el análisis con asepsia. La ponderación sólo puede hacerse, naturalmente, dentro del marco filosófico, ideológico y moral de cada uno, y ello da lugar, legítimamente, a la variedad de corrientes del pensamiento político. Ciencia verdadera, no hay más que la Física.
Una disposición, digamos, más altruista, tenderá a poner más el acento en el “bien común”. Pero no hay que condenar con excesiva severidad un punto de vista más centrado en el interés particular. Al fin y al cabo, la conjunción de los intereses particulares es la que conforma el interés general.
Lo que me parece, es que estamos mucho más cerca de sus antípodas que de ese punto de vista racional que propugno. Que el sectarismo es uno de los peores males de nuestra sociedad, temo que bastante mayoritario y cada vez más exacerbado por la demagogia rampante. Y que una cantidad ingente de votos se fundamenta en la animadversión, a veces directamente el odio, que produce el otro. Sin este mal (de la sociedad, no sólo de los políticos) sería inconcebible un bloqueo político como el que padecemos desde hace ya bastantes años, no sólo desde Diciembre. Explicaré una anécdota. Hace ya bastantes años, un buen amigo, impenitente votante socialista, me aseguró que él votaría siempre socialista, “aunque presentasen de candidato a un mono”. Tal aserto me pareció entonces una exageración algo chocante. Hoy me parece sencillamente aberrante. Pero, sin llegar a la caricatura, me parece que es una actitud desgraciadamente muy extendida, especialmente en la izquierda, donde produce con frecuencia llamativos contrastes con la vida particular. Creo que esta actitud es un freno terrible al avance de la sociedad.
Hay pocas cosas que tengan más mala prensa que el cambio de voto o de militancia política. Se comprende el reproche cuando el “cambio de chaqueta” es para arrimarse sin escrúpulos al sol que más calienta, en busca de medro personal. Ejemplos hay sobrados. Pero apenas se admite la posibilidad de evolucionar. Si a una figura de un partido se le “descubre” una militancia anterior en otro, aunque fuera breve o juvenil, es objeto inmediato de todo tipo de anatemas, sin más consideraciones. Esto es tan irracional como la fidelidad de voto, pase lo que pase. Desde las primeras elecciones de la Democracia han pasado muchas cosas. Todos hemos cambiado (incluidos los que se esfuerzan en aparentar que no) y la sociedad lo ha hecho de una forma que nadie hubiera podido imaginar entonces. Desde esta perspectiva sectaria, se es mucho más indulgente, en cambio, con algo mucho más grave: que un partido pueda defender dos cosas totalmente diferentes o antagónicas, según sus circunstancias y conveniencias del momento. El tema de la corrupción es sólo un ejemplo llamativo entre muchos otros. Los forofos encuentran sin mucha dificultad motivos para cambiar de opinión al son de los mandamases, siempre que se sientan amparados por su tribu.
Opino que los millones de ciudadanos que cambiaron su voto para propiciar el gran triunfo de Felipe González hicieron una gran contribución al progreso de la Nación. Lo mismo que los que lo volvieron a cambiar en favor de Aznar, ante el colapso evidente del proyecto felipista. También los que, ante la catástrofe zapateril, otorgaron al PP de Rajoy la mayor concentración de poder político de la etapa democrática. Lástima que la malversara de forma tan lamentable, pero de eso no se puede culpar a los votantes. En cambio, al voto que se ha mantenido imperturbable todo el tiempo, a despecho de las circunstancias, se le podrá calificar de diversas maneras, pero no de racional. Aunque los que lo emiten suelan tenerlo a gala, como si se tratara de una virtud.
Sentado este principio, trataré de analizar la situación en que nos encontramos.
En primer lugar, me parece importante el ámbito de las elecciones que afrontamos. Se trata de elegir el Parlamento de la Nación (Congreso y, no lo olvidemos, Senado, más importante que otras veces), en la esperanza de que serán capaces de formar un Gobierno y poner en marcha una Legislatura que se presenta complicada. Con la Ley Electoral actual, no nos queda más remedio que hacerlo a través de las listas cerradas y bloqueadas que nos presentan los partidos que concurren en nuestra circunscripción electoral. Esto puede ser muy desagradable, pues, con frecuencia, las cúpulas locales o regionales son más lamentables aún que las centrales. Por hablar sólo de mí: cuando yo votaba por Felipe González, me veía obligado, muy a mi pesar, a hacerlo a través del PSC (aunque diré en mi descargo que, por entonces, aún no había traicionado totalmente cualquier principio socialista, en aras del nacionalismo más rancio y retrógrado. Estaba en camino. Comprendo que para alguien que aún se considere, honestamente, socialista, pueda resultar actualmente demasiado duro). En Zaragoza, donde ahora resido, los responsables de Ciudadanos son particularmente penosos (y procelosos). No pude, en modo alguno, darles mi voto para el Ayuntamiento o la Comunidad. Pero sí lo hice (ya con algunas dudas) para el Congreso, en Diciembre. En resumen, creo que un elector racional debe discriminar con claridad los objetivos que persigue en cada elección. Y las posibilidades que tiene de conseguirlos en su circunscripción, especialmente si no es de las grandes. Por supuesto, a los que no tienen más objetivo que que ganen “los suyos” (?), todo esto les da lo mismo.
¿Cuáles son las posibilidades que tenemos en esta ocasión? Me parece que no hay más que las que dicen, con toda razón, Mariano Rajoy y Pablo Iglesias: un gobierno de centro-derecha o derecha moderada, o uno de izquierda radical. El matiz es importante: por más que se esfuerce la propaganda de la izquierda (la “derecha extrema” de Pérez Rubalcaba etc.), el PP es un partido moderado. Podrá decirse, con más verdad, que es un partido sin principios. Pero eso mismo se traduce en un férreo pragmatismo, incompatible con la radicalidad. El gobierno de izquierdas, como luego analizaré, estará, forzosamente, en manos de Iglesias y sus variados compañeros de viaje, y será, inevitablemente, más o menos radical.
La vía intermedia (la Gran Coalición), parece contar con pocas posibilidades. Sería, sin duda, la más conveniente para la Nación (y para el PSOE, aunque su ceguera les impida verlo). Ya lo era, a partir del momento en que el Sr. Rodríguez empezó a perder el control de la situación. Muchos males se habrían evitado o atenuado (insisto, principalmente los más graves, los no directamente económicos). Pero el sectarismo del que he hablado al principio lo ha impedido totalmente hasta el momento. Y no parece que estemos mejorando. En todo caso, si queda una remota posibilidad, pasa inevitablemente por un resultado catastrófico del PSOE, que lo suma en una profunda crisis, barra a la actual dirección de descerebrados y les haga reflexionar a fondo sobre lo errado del camino que emprendieron, que ya no tienen ni idea de hacia dónde les conduce. Como algunos han dicho muy acertadamente, Podemos es la exuberante cosecha de la siembra del Sr. Rodríguez (y del Sr. Pérez), y acabará con ellos si se siguen obstinando en abonarla. En cualquier caso, aunque el resultado catastrófico se hace cada día más probable, confío muy poco en la rectificación, al menos a corto plazo.
El Gobierno de derecha admite dos variantes:
  • La suma de PP y Ciudadanos alcanza (o casi) la mayoría absoluta y permite la investidura. Una coalición liderada por el PP, con una presencia relativamente fuerte de Ciudadanos (dentro o fuera del Gobierno), permitiría mantener una política económica sensata y emprender un camino de reformas y regeneración de la vida política (temo que muy moderada y bastante alejada, en varios aspectos, de lo que yo desearía). Como efecto colateral no desdeñable, liberaría al PSOE de la prisión en que se halla, permitiéndole pasar tranquilamente a la oposición, con tiempo para meditar. Personalmente, me parece la opción menos mala (aparte de la Gran Coalición), pero no parece muy probable. Lo parecía en Diciembre, pero se malogró, en buena parte debido a los graves errores de Ciudadanos, en mi opinión.
  • La suma no alcanza, pero el PP gana con cierta holgura y el PSOE permite, con su abstención, una legislatura pactada, con unos objetivos y plazos acordados. Es el sucedáneo felipista de la Gran Coalición, que su orgullo no le permite sostener. Trago complicado para el PSOE, que incluye defenestrar previamente a Snchz, deja la iniciativa en manos de Podemos y augura una legislatura muy incierta. Tiene el correlato de que si la suma de la izquierda supera a la del centro y derecha, los sectores más tradicionales del PSOE van a tener complicado evitar el Gobierno de izquierdas.
El Gobierno de izquierdas también admite dos variantes:
  • El PSOE supera a Podemos y compañía, al menos con cierta holgura de escaños. Snchz se lanza, antes de que se lo impidan, a la coalición con Iglesias, tras dura pugna por el reparto de poder. Creo que no es aventurado decir que, dada la levedad intelectual y de carácter del Sr. Snchz, en tal Gobierno Podemos tendría la sartén por el mango. Sería un gobierno inconsistente, inestable y de continuos bandazos, altamente preocupante. Y con otro efecto colateral de la máxima importancia: su debilidad sería el escenario soñado para el secesionismo catalán, que es el problema seguramente más peligroso que tenemos actualmente. Desde mi punto de vista, este escenario es el peor de los posibles, aunque cada día que pasa parece que su probabilidad disminuye.
  • Lo que hace aumentar la de la otra variante: Podemos supera con claridad al PSOE, en votos y en escaños. La catástrofe socialista. Paradójicamente, podría exacerbar el disfraz moderado de Iglesias, para tratar de dulcificar un poco la píldora del PSOE, aunque no creo que sirviera de mucho. No sé si seré un iluso, pero albergo esperanzas de que las fuerzas que conservan el sentido en el PSOE impedirían el suicidio definitivo de su partido, por lo que considero este escenario menos indeseable que el anterior. Pero jugamos con fuego.
  • Ambas variantes podrían aún verse agravadas si la suma requiere el concurso de los partidos secesionistas. La situación, no descabellada, sería tan manicomial que podría, incluso, llevarnos a la catástrofe de unas terceras elecciones.
El ejercicio de tratar de estimar las probabilidades de los distintos escenarios es muy arriesgado. No tenemos más remedio que acudir a las encuestas, a sabiendas de su alto grado de manipulación y su escasa fiabilidad, en una situación tan compleja, en la que un montón de escaños pueden bailar con pequeñas variaciones del voto. Mucha gente está al menos tan confusa como nosotros mismos y muchos (digan lo que digan los expertos demoscópicos) mienten. A ello añadimos la dificultad añadida de la Ley Electoral. Los que vivís en circunscripciones grandes podéis mantener, sin mucho problema, el voto que se acomoda más a vuestras ideas. En las medianas (7 escaños en Zaragoza), el resultado es más inseguro. En las pequeñas, a todas las consideraciones hechas hay que añadir el dilema de mantenerse en la opción preferida o cambiar a disgusto, a sabiendas de que el voto preferido aprovechará casi seguro a otra, quizás la menos deseada.
En resumen, un panorama muy poco halagüeño. ¿Qué hacer? Como he dicho, abogo por un voto racional. Pero el análisis y la decisión de la mejor alternativa sólo puede hacerse desde las ideas y la conciencia de cada uno, procurando no hacerse trampas, que no es fácil.
Por supuesto, una de las alternativas es la abstención o el voto a Bríos. Quizá la única que no requiere de la pinza de Pascual. Yo mismo la he utilizado, cuando he considerado que ninguna de las alternativas cumplía unos mínimos de solvencia o decencia (tras la masacre de Atocha, por ejemplo). Pero siempre siendo conscientes de que facilitamos la labor a alguno.
Una consideración final. Aunque muchos lo dicen siempre, creo que estas elecciones tienen una importancia especial. Hay un factor nuevo. Por primera vez tiene posibilidades reales de alcanzar el poder una fuerza que, a veces explícitamente y otras tratando de disimularlo (lo que acentúa su peligrosidad), quiere hacer tabla rasa del sistema constitucional. No me voy a extender sobre el modelo que quieren instaurar. Pero sostengo que supondría un grave y peligroso retroceso de la libertad de los ciudadanos. Sobradas muestras han dado ya de su concepción de la democracia y del poder, aunque parece que hay muchos que se resisten a verlo. Al respecto me permito recomendar la lectura (y especialmente la difusión entre los que se consideran de izquierdas) del último artículo de Antonio Robles, http://www.libertaddigital.com/opinion/antonio-robles/un-cantamananas-recorre-espana-79222/
Racionalmente, creo que hay motivos para estar seriamente preocupados.


Juan Giral
Zaragoza, 15 de Junio de 2016
PD 1. Para abundar en lo que dije más arriba, Pablo Iglesias se ha declarado admirador y, prácticamente, hijo político de Zapatero, al que ha calificado de “mejor presidente de la Democracia”. Verdaderamente, no necesitamos más
PD 2. Ciertamente, cada día que pasa resulta más descorazonadora la posición (?) de Ciudadanos en temas capitales. De forma llamativa en el tema de la inmersión. Tengo que volver a recomendar el (ahora) último artículo de Antonio Robles http://www.libertaddigital.com/opinion/antonio-robles/cs-abandona-la-lucha-contra-la-inmersion-79291/ . Pero el tema estrella de la regeneración también se va viendo cada vez más vaporoso. Creo que en la campaña del 20D Ciudadanos malbarató una magnífica posición de partida, por una mezcla de falta de claridad en las propuestas y en las posibles alianzas y una especie de mesianismo tontorrón, que sólo transmitía inconsistencia y bisoñez. La gestión posterior del resultado mejoró algo las cosas, pero el acuerdo con el PSOE (además de generar serias dudas) se presentó, de nuevo, de forma exageradamente enfática y se llevó demasiado lejos. Me parecía que habían aprendido de los errores (ellos mismos lo dijeron) y enfocaban esta campaña con más acierto. Pero ya me va dando la impresión de que vuelven a las andadas de la confusión y de pretender decirles a los demás cómo tienen que organizar su casa. En esta campaña bis, lo más importante que la gente quiere saber (con toda razón) es qué van a hacer con su voto. Podemos y PP lo dicen. Los demás intentan seguir mareando la perdiz. Buscan peces sin mojarse el culo. Si ya no me parecía buena idea en Diciembre, ahora me parece contumacia.
¡Qué difícil te ponen el voto racional!


17 de Junio del 2016

lunes, 21 de septiembre de 2015


Fet Diferencial

El Periódico Global tiene a bien informarnos de que un grupo de “sabios” del PSOE ha llegado a la conclusión de que la reforma constitucional “en clave federal” que ha de solucionar, cual bálsamo de Fierabrás, los graves males que nos aquejan, tendrá entre sus vigas maestras el reconocimiento (sic) del “hecho diferencial” de Cataluña, su “singularidad” y su “personalidad”. Al parecer, tal “reconocimiento” logrará que los inflamados deseos de amor a España y vida en común con los “españoles” de Alfred Bosch, Oriol Junqueras, Artur el Astut y quién sabe si hasta de David Fernández y las diversas monjas que, con o sin hábito, los acompañan, hasta ahora reprimidos por la cerrazón de Rajoy, encuentren, al fin, el ansiado cauce para su plena realización.
Ya no sé exactamente cuántos años hace que surgió el fet diferencial, como enésimo señuelo para la conducción de las masas hacia el dret a decidir. Creo que debió ser anterior a la personalidad, aunque posterior al ruc català y a las matrículas cat. Sin duda el mil·lenari de Catalunya ya se había cumplido, pero no recuerdo bien el papel de los carolingios en todo esto. Estoy algo confuso. Algún día, alguien con más paciencia y ánimo más templado que yo debería hacer una relación cronológica pormenorizada del cúmulo de embelecos que han ido empedrando el camino que nos ha traído hasta esta lamentable situación. Será muy instructivo y de gran valor para historiadores y estudiosos. Pero lo que sí sé, es que llegados aquí a los nacionalistas todas estas milongas les importan una higa. Hace tiempo que están ya en otro negocio. Ahora Pdr Snchz querrá convencernos de lo contrario.
Grandes proclamas suelen ser el síntoma más claro de grandes carencias. Nunca a nadie con una personalidad marcada, individuo o pueblo, se le ha ocurrido pedir que se la reconozcan por ley. Si la tiene, para todo el mundo es evidente. El reconocimiento social viene solo.
Todos conocemos los que se tienen, con mayor o menor fundamento, por rasgos característicos de catalanes, aragoneses o gallegos, como de españoles, franceses o de los del pueblo de al lado. Suele ocurrir que tales rasgos se acepten ufanos cuando son de nuestro agrado. En caso contrario, se denominan prejuicios. En cualquier caso, su fundamento (si alguna vez existió) tiende a diluirse cada vez más, por efecto de la vida moderna. No es ahora el momento de discutir lo que de bueno o malo pueda tener el fenómeno. Lo que es seguro es que en nada variará la situación declarar por ley que los catalanes son industriosos y generosos o que los andaluces están obligados a ser graciosos. Tales asuntos pueden ser entretenidos en la barra del bar, pero no deberían formar parte del debate político. Los que los explotan de manera tan indecente, tratan de sacar rédito de los temores atávicos de sectores de la sociedad, que creen ver debilitarse las certidumbres de su infancia. Si existe o existió alguna vez una “personalidad catalana” característica, la petición de su reconocimiento constitucional es la prueba palmaria de su declive inexorable.
Naturalmente, el énfasis en la diferencia, la personalidad, la singularidad o “el deseo de tener (sic) un perfil identitario propio” “de algunas comunidades” del que nos informa también el Periódico Global, manipula los instintos más conservadores del cuerpo social con un objetivo evidente (salvo para los ciegos, que diría Brassens): la uniformidad. Lo contrario de lo que se predica. Si se logra instalar en el imaginario de la sociedad (los “marcos mentales” tan de moda en los “politólogos”) los rasgos definitorios del “perfil identitario propio”, queda establecido el prototipo de (buen) catalán. Cualquier individuo “singular” (es decir, verdadera persona), con “personalidad propia” (la única verdadera e inalienable), en suma, “diferente” del prototipo, no pertenece a la tribu. Puede ser despreciado e ignorado, en primera instancia. Su punto de vista no cuenta. Oficialmente, no existe. Si, a pesar de todo, trata de asomar la cabeza, se le puede postergar, hacer el vacio en ámbitos laborales o sociales, coaccionar o intimidar de diversas formas. Si tiene la osadía de insistir en su punto de vista, pasará automáticamente a la categoría de “extrema derecha”, “derecha extrema” (?) o, directamente, “facha”. Ya todo está permitido contra él. Lo que pueda ocurrirle no merecerá condena o reproche público. En el mejor de los casos se mirará para otro lado y se comentará en privado o se sugerirá que se lo había buscado. Los que sí son de la tribu, por el mero hecho de serlo, merecen el mayor respeto, consideración, trato fiscal singular etc.
¡Qué lejos estamos de la definición clásicamente sostenida por la izquierda: catalán es el que vive y trabaja en Cataluña! Qué degeneración. Qué vergüenza.
Establecido este marco de referencia, todo se simplifica mucho y se vuelve muy cómodo. Cualquier punto de vista discrepante es un ataque a Cataluña, aunque sólo sea pedir el cumplimiento de la Ley o preguntar qué han hecho con el dinero. Permite establecer, como la cosa más normal, oportunos “cordones sanitarios” para impedir el contagio de la parte sana de la sociedad. Y, por supuesto, robar durante décadas con total impunidad. Todo esto es más que conocido y ha sido herramienta fundamental para la maduración del procés. También son sobradamente conocidos y documentados antecedentes históricos del uso de este tipo de mecanismos y sus resultados. Mas esta sóla mención será considerada una ofensa intolerable. Nuevamente, sintomático.
Durante décadas la izquierda se ha ido replegando ante la progresiva hegemonía del nacionalismo reaccionario, hasta abrazar entusiásticamente semejante farfolla ideológica, radicalmente contraria a su esencia histórica y sus principios básicos. Ha llegado, incluso, a pretender encabezar la procesión, con el catastrófico resultado conocido. Pero todo esto ya es historia, aunque importante y que conviene recordar, para comprender cómo hemos llegado hasta aquí y tratar de sacar las consecuencias oportunas. Como resultado, el proceso ha madurado hasta tal punto que las élites dirigentes han creído llegado el momento de soltar amarras, tras considerar exprimido hasta la última gota el ubérrimo fruto de su estrategia. Ahora estamos ya en otra fase. Tengo para mí que pagarán muy caro su error de apreciación, aunque éste es otro tema y un vaticinio muy arriesgado en estos momentos. Tiempo habrá de volver sobre ello.
Como siempre, el Partido Socialista circula en la dirección equivocada, llegando tarde y mal, en su seguidismo a ultranza de los nacionalistas, a los campamentos que estos ya abandonaron, una vez esquilmados los recursos que contenían. Van siempre tres pasos por detrás, pero indefectiblemente en la misma dirección. Para ello disponen de una patrulla de reconocimiento, que atiende por PSC (PSC -PSOE) -no sé si sigue vigente el galimatías de siglas, pero tanto da- que hace el trayecto entre uno y dos pasos por delante, según estemos en época de más compenetración o de más tensión entre los “partidos hermanos”. El resultado final es, invariablemente, el mismo: los nacionalistas se comen las nueces (afortunadamente, casi no ha sido aquí necesario que una banda criminal agitara el árbol) y los socialistas acuden detrás a dar cobertura a su ideología reaccionaria (y recogen las cáscaras, para que el campamento quede más aseado).

Juan Giral
Molledo, 15 de Agosto de 2015


PD. Nadie se anime en demasía creyendo ver hemiplejia argumental. El desencadenante de este escrito es la aparición estelar de los “sabios del PSOE”. La actuación de la derecha no ha sido, al menos hasta ahora, muy diferente. Quizá más vergonzante, en vez de tan desvergonzada. No era el tema de hoy, aunque temo que pronto nos darán nuevas tardes de gloria. La última novedad parece ser la predisposición a abrir el melón constitucional. No podemos saber, de momento, las intenciones. Pero si hemos de atenernos a lo visto hasta ahora, estamos autorizados a ponernos en lo peor.

sábado, 6 de noviembre de 2010

El Convenio secreto


El día 6 de abril del año 2010 -es decir, en este mismo año en que nos hallamos- el consejero de Educación de la Generalitat de Cataluña, Ernest Maragall i Mira, y la consejera de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón, María Victoria Broto Cosculluela, firmaron un protocolo de colaboración entre ambos gobiernos, cuyo primer párrafo de la exposición de motivos dice lo siguiente:

“Que tanto el Departamento de Educación de la Generalidad de Cataluña como el Departamento de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón tienen interés en la promoción de la enseñanza de la lengua catalana y en contribuir activamente en la consecución de este objetivo en el ámbito de la educación”.

A tal fin, desarrollan una serie de medidas que pueden ustedes leer en el texto publicado.

No obstante, hay una pequeña dificultad. Para hallar ese texto, deben ustedes acudir al Diario Oficial de la Generalitat de Cataluña, porque sorprendentemente no ha sido publicado en el Boletín Oficial de Aragón, como es preceptivo.


De hecho, como señala el artículo 8.2 de la Ley 30/92, de 26 de noviembre de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común, los convenios deben publicarse en el Boletín Oficial del Estado (si una de las partes es el Estado) y en el Diario Oficial de la Comunidad Autónoma respectiva.

Observen que el Gobierno catalán justifica la publicación del presente protocolo de colaboración precisamente en ese mismo artículo 8.2 de la Ley 30/92:

“Considerando las previsiones del artículo 8.2 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de régimen jurídico de las administraciones públicas y de procedimiento administrativo común, y del artículo 9 del Decreto 52/2005, de 5 de abril, de creación y regulación del Registro de convenios de colaboración y cooperación, sobre la publicación al DOGC de los convenios de colaboración con la Administración del Estado,

Resuelvo:

Hacer público el protocolo de colaboración...”

Algo, hacer público ese protocolo, que es preceptivo y que, por las razones que sea, el Gobierno de Aragón ha preferido evitar. Salvo que yo no lo haya sabido encontrar.

Sin embargo, a lo largo del año, han sido muy numerosos los convenios y protocolos de colaboración suscritos por el Gobierno de Aragón con el Estado y con otras Comunidades Autónomas y publicados en el Boletín Oficial de Aragón.


Pero es que es posible que haya algún interés en mantenerlo oculto o que se tema que sus propósitos no sean bien entendidos o valorados por los aragoneses.

Porque, en efecto, la lectura del convenio justificaría, a mi juicio, más de una suspicacia. Se habla en él de la promoción y el estudio recíprocos de las lenguas y de las culturas, sin que en su contenido pueda apreciarse ninguna reciprocidad, sino la aplicación unidireccional de los criterios culturales y lingüísticos catalanes. La única concreción que puede hallarse en sus cláusulas es la referida a la promoción de la enseñanza de la lengua catalana y la difusión, intercambio y producción de herramientas pedagógicas en catalán. Todo lo demás son generalidades: desarrollo de proyectos de interés común, promoción de intercambios y encuentros, actividades de cooperación…

No pasará inadvertido al lector el hecho de que, a pesar de esa apariencia de cooperación y reciprocidad, todo apunta a la subordinación lingüística y cultural frente a Cataluña en este ámbito y la posible injerencia de la Generalitat en el espacio competencial del Gobierno autonómico de Aragón, dejando abierta además la puerta a que inspectores catalanes intervengan en la gestión del Gobierno autonómico de Aragón y que profesores del sistema educativo de la Generalitat puedan ejercer como profesores de catalán en Aragón. Sería insólito que inspectores o profesores aragoneses puedan supervisar la enseñanza del catalán en Cataluña.



Y ya de la lengua común -esto es, del castellano- ni hablamos. La reciprocidad queda excluida del texto. Ni se cita en el convenio.

No obstante, ya en el año 2003, siendo consejera de Educación y Ciencia del Gobierno de Aragón Eva Almunia, se suscribió un convenio de colaboración similar, aunque sus efectos parecían circunscribirse especialmente al Centro de Profesores y Recursos de Fraga , del que ya entonces se citaban sus relaciones previas con la Dirección general de Ordenación y Innovación Educativa de Cataluña, que no se sabe que fueran objeto de regulación ni en qué consistían.

Éste sí fue publicado:


Por último y como curiosidad, ¿qué papel está desempeñando el PAR en toda esta historia? Porque es evidente que como socios de gobierno conocen la existencia de ese protocolo de colaboración, y saben y participan de su secreto. ¿Por qué callan?


Por Julio Calvo
Puedes ver el artículo original en su blog

miércoles, 30 de diciembre de 2009

Hacia el Oeste

Sorprende la precisión con la que se cumplen los guiones y cómo la secuencia de los hechos sigue exactamente lo que se anticipó que ocurriría. Ya anuncian las primeras oposiciones de profesores de Catalán al amparo de la recién aprobada Ley de Lenguas. Es obvio que de esas oposiciones estamos excluidos la mayoría de los ciudadanos aragoneses, que en más del 90%, somos castellanohablantes, mientras que podrán concurrir los habitantes de las comarcas orientales bilingües y, especialmente, los ciudadanos catalanes fronterizos y también bilingües. Un médico o un técnico en informática no tienen esos condicionantes de origen, sino solo de conocimientos. Pero, en este caso, es el origen el que condiciona los cononocimientos, estableciendo una nueva barrera que acaba de trasladarse del límite oriental de nuestra Comunidad hacia el Oeste, hasta el límite de coexistencia lingüística entre castellano y catalán. Se ha creado, como temíamos, una cantera de puestos de trabajo privilegiados, que pagaremos todos y de la que están excluidos la mayoría de de los aragoneses, pero que queda abierta a nuestros vecinos catalanes. Porque, al fin y al cabo, entre Almacellas y Altorricón hay un paseo. La frontera acaba de desplazarse al Oeste. Antes era solo la lengua, pero ahora también son los puestos de trabajo. Luego serán más cosas.

Por Julio Calvo

Puedes ver esta Carta al Director en El Heraldo del 30 de Diciembre

jueves, 24 de diciembre de 2009

lunes, 21 de diciembre de 2009

ARAGÓN, COLÒNIA NOSTRA!

Al final ha visto la luz, tan mareada como desconocida, una ley de lenguas para Aragón. Sin duda, la mayoría de los ciudadanos, absurda, lógica y convenientemente, ajenos a ella y a lo que supondrá en sus vidas.
Sin entrar en más detalles, y aplicando (con repugnancia) la misma perversa dialéctica de lenguas propias vs. oficiales, mientras quedan en el baúl del olvido social lenguas madres, vehiculares y comunes, la historia no emerge, en esta ley, de la pezuña cota que marcaron similares leyes en vecinas regiones. Porque bien podíamos los aragoneses y riojanos haber exigido que a lo que llamamos Castellano, o Español, se hubiese denominado en realidad como Riojano‐Aragonés, ya que el origen histórico, territorial, y su expansión natural por el valle del Ebro, marcan un idioma tan telúricamente nuestro como las variantes hermanas de las Lenguas de la Franja o las Lenguas Pirenaicas. En Aragón ya se hablaba, es más, ya se creaba, amaba y luchaba por la libertad en Español, Castellano, Riojano‐Aragonés, o como lo quieran llamar, antes de que se cerrase el actual mapa de nuestra región, lo que sin duda le otorga la calidad de lengua nuestra, de lengua propia, calidad que le niega la ley.
Hemos asistido a un parto, no sólo de una ley, sino de la imaginería que el nacional‐socialismo prepara para nuestra región. El denominar como Aragonés al ayuntamiento de las lenguas que se dan en los valles pirenaicos, no sólo supone la muerte de esa riqueza plural, bajo las botas de una “academia” sino que, además, trasluce que el Español no es la lengua que alumbraron hace ya siglos, como intentaba bosquejar en el párrafo anterior, nuestros abuelos en nuestra tierra, sino una suerte de imposición, que conquistadores castellanos de roñosas y fascistas armaduras, lograron a sangre y fuego. Y que los únicos aragoneses auténticos son los pirenaicos, o en su defecto, aquellos que hablen esa fabla, y que resisten, en un montañoso rincón, ahora y siempre, al extranjero invasor, a imagen y semejanza de los geniales cómics de Astérix.
Y es que las aventuras del galo, suponen, por sí mismas, toda la profundidad argumental que el nacionalismo en España necesita para germinar, y toda su solvencia intelectual.
Y respecto del Catalán, llama la atención que el Partido Popular, con buen criterio, se esfuerce y recoja miles de firmas contra la imposición del mismo, pero que sin embargo no sume una sola contra la imposición del “Aragonés”. O si se movilizaría de igual manera si la lengua por imponer fuese el Fragatino. Bueno, llamaría la atención del despistado ciudadano que no haya visto lo que el PP ha propugnado para Galicia, Baleares, Comunidad Valenciana… Para nosotros, un suma y sigue lógico y muy consecuente.
Y lo que más brilla entre las líneas de la ley, es la sonrisa y la mano del nacionalismo socialista catalán. Las oposiciones de la década que estamos a punto de estrenar valorarán para el empleo público aragonés un conocimiento de la lengua vecina que abrirá una gran ventana de clientelismo a los ciudadanos de determinadas regiones (ya de por sí agraciadas con los mejores de nuestra tierra), a la par que cerrará nuestro propio funcionariado al aragonés medio. ¿Pensaban que un vecino no podía hacer que diésemos de comer a sus hijos antes que a los nuestros?
Además, de nuevo, la normalización a Catalán de todo el rosario de hablas de la Franja, (distintas entre sí hasta el punto de no haber acuerdo de en qué lado de las fronteras lingüística/académicas caen algunas de ellas) no sólo extermina cualquier atisbo de la nominal propiedad aragonesa que tuviesen, sino aún de la que tuvieren, al instaurar el subliminal silogismo de que si el Aragonés se habla en Aragón, el Catalán en Cataluña. Y lo que es Cataluña, lógicamente, no es Aragón. Un alto precio, toda la Franja, han pagado Chuntas por su cuota de poder, al PSC de Iglesias. Mientras, el PSA de Labordeta, toma toda la semblanza de un bien de la franja. ¿El sarcófago de Nachá, quizás?

por Román Lobera